Viaje a Santorini: explorando la fantástica isla
Aparte de la muy fotografiada ciudad de Fira, como expusimos en el anterior artículo, un viaje a Santorini tiene mucho que ofrecer: algunos pueblos del interior, llenos de encanto, y las excelentes playas de Kamári y Períssa, de arena negra.
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También, en un viaje a Santorini, cabe visitar alguna bodega o acercarse a islas menores. Para una buena exploración, el servicio de buses funciona bien, pero el automóvil o la bicicleta dan mayor libertad de movimientos.
Los lugares monumentales que expone un viaje a Santorini, como la antigua Tera y Oía, están bien comunicados por ómnibus.
El bello pueblo de Oía
En la punta norte de la isla, Oía es famosa por sus gloriosas puestas de sol. Es costumbre en la isla cenar en alguno de los pintorescos restaurantes colgados al borde del abismo mientras el sol se cae detrás de la caldera. Asimismo, según la leyenda, Oía es morada de los vampiros. Otro de los atractivos turísticos de un viaje a Santorini.
Accesible por una de las carreteras más tortuosas de las islas Cícladas, Oía es el tercer puerto de la isla y llegó a tener importancia comercial antes de que el terremoto de 1956 lo afectara gravemente.
Restauradas cuidadosamente al modo tradicional después del sismo, las casas de colores con paredes de canto rodado (fragmentos de roca pulidos y sueltos) se aferran a la faz del acantilado junto con las famosas viviendas troglodíticas y las iglesias de cúpula azul. Aún se ven algunas mansiones neoclásicas levantadas por los navieros. Un camino pavimentado de mármol bordea la caldera hasta Fira, y unas escaleras descienden a Améni y al cercano puerto pesquero de Ammoúdi, con playas de canto rodado rojo y piedra pómez. La tradición de las construcciones navales pervive en el pequeño muelle de transbordadores de Arméni, al pie del acantilado, pero hoy el puerto lo usan sobre todo las embarcaciones turísticas que zarpan a diario hacia la islita de Thirasía.
La antigua Tera (Thíra), en la punta de la península de Mésa Vounó
Aún son visibles las ruinas de la antigua ciudad doria de Tera, que domina el promontorio rocoso de Mésa Vounó, en la costa sudoriental. Colonizada otra vez después de la gran erupción, las ruinas se alzan sobre terrazas asomadas al mar. Fueron excavadas por el arqueólogo alemán Hiller von Gortringen en la década de 1860, y casi todos datan de los Ptolomeos, que erigieron templos a los dioses egipcios en los siglos III y IV a.C.; también conservan vestigios helenísticos y romanos. Los vasos del siglo VII aquí descubiertos se guardan en el Museo Arqueológico de Fira.
La senda que atraviesa el yacimiento pasa por una basílica paleocristiana, restos de casas particulares –algunas con mosaicos-, el ágora y un teatro con amplias vistas al mar. En el extremo oeste se verá excavado en la roca un santuario del siglo III a.C. fundado por Artemídoro de Perge, almirante de ka flota ptolemaica, con relieves de un águila, un león, un delfín y un falo que simboliza a Zeus. Al este, en la terraza de las Celebraciones, aparecen dibujos que se remontan al 800 a.C.; en ellos se canta a los participantes en las gymnopediés, fiestas en que los jóvenes bailaban desnudos y entonaban himnos a Apolo, o bien competían en pruebas de fuerza física.
En los alrededores, para hacer aún más atractivo un viaje a Santorini, se encuentra el promontorio de Mésa Vuonó, que se eleva hasta la cima del monte Profítis, penetra en el mar entre las populares playas de Kámari y Períssa. La primera está situada al norte de la antigua Tera, y es el principal centro turístico de la isla. La playa, mezcla de piedra y arena negra volcánica, está bordeada de bares, tabernas y apartamentos. Períssa, por su parte, ofrece 8 km de arena negra, deportes acuáticos y un camping. Asimismo, una moderna iglesia se alza en el solar de la capilla bizantina de santa Irene, que da nombre a la isla.
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