Qué descubrir en un crucero por las islas griegas Sarónicas
En un crucero por las islas griegas podrás también explorar las islas Argo-Sarónicas del mar Egeo. Éstas, por su cercanía de Atenas, hacen de un sitio perfecto tanto para visitas cortas como para estancias más prolongadas. El paisaje es deslumbrante, con pinares y aguas cristalinas en bahías poco transitadas pero muy acogedoras.
¡Mirá esta excursión, un mini crucero por tres islas del golfo Sarónico!
Egina, el primer paso para explorar las islas Sarónicas
Egina es el punto de partida ideal para un cruceros por estas islas griegas. Como las demás, tiene puertos pintorescos con calles empedradas y edificios neoclásicos. Repletas de bares y tiendas elegantes, el aire cosmopolita de las Argo-Sarónicas se atenúa con los caiques (barquitos ligeros) que venden verduras a la orilla del mar y las calesas que aún recorren los muelles.
Distante sólo 12 km. del Pireo por el suroeste, Egina lleva habitada más de 4.000 años. Según la mitología, pasó a llamarse Aígina en honor a la hija del Dios del río, a quien Zeus instaló allí como su amante. Esta significativa isla griega se convirtió en un pujante Estado marítimo y, en el siglo VII a.C., en la segunda en tamaño de las islas Sarónicas: fue el primer lugar de Europa donde se acuñaron monedas de plata propias, aceptadas en todo el mundo grecoparlante. Asimismo, esta isla controlaba casi todo el comercio extranjero de Grecia.
Poros e Hydra, las joyas de las Sarónicas
Navegando en un crucero por las islas griegas Sarónicas, también podrán darle una completa visita a Poros -que toma el nombre del pasaje (póros) de 400 metros que la separa del continente en Galatás-. De hecho, está formada por dos islas unidas y una calzada: al norte Kalavría, tapizada de pinos, y al sur el islote volcánico de Sfairía, donde se asienta la capital. A pesar de la explotación turística, el pueblo es un lugar sugestivo, tendido a lo largo del estrecho y con casas del siglo XIX que se muestran en hilera hasta la torre del reloj.
Por su parte, Hidra es una estrecha franja de roca pelada sin apenas historia hasta que en el siglo XVI fue colonizada por albaneses ortodoxos, que después se ganaron el sustento en el mar. La capital fue construida durante el breve período de prosperidad de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, años que se benefició del bloqueo napoleónico.
En su momento, los caballos eran imprescindibles en Poros, Hidra y Spétses. Sin embargo, en la actualidad, sólo en Hidra y en algunos lugares de Spétses está prohibido el tránsito vehicular y se debe transitar a pie o montando burros.
Esto, y mucho más, podrás explorar en un crucero por las islas griegas Sarónicas.
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